Crisis en el Medio Oriente entre Israel e Irán con intervención de los Estados Unidos
Israel ataca a Irán, que responde con misiles, mientras Estados Unidos despliega fuerza militar en la región. La tensión escala, el petróleo se dispara y el mundo observa al borde de un conflicto global.
Desde mediados de junio de 2025, el Medio Oriente ha vuelto a convertirse en el epicentro de una grave escalada militar que amenaza con derivar en un conflicto regional de gran escala. Israel e Irán, enemigos históricos, se han enzarzado en la confrontación más intensa de los últimos años, con la intervención directa de Estados Unidos como actor clave. La cadena de eventos comenzó el 13 de junio, cuando Israel lanzó la denominada “Operación Rising Lion”, una ofensiva aérea coordinada contra instalaciones nucleares iraníes, en Teherán, Kermanshah y Natanz, sumada a acciones de sabotaje y ciberataques ejecutados por el Mossad. Según fuentes militares, también se habrían utilizado drones desde bases encubiertas dentro del propio territorio iraní.
La reacción de Teherán no se hizo esperar. En la madrugada del 14 de junio, Irán activó su respuesta con la operación “Promesa Verdadera III”, lanzando más de 150 misiles balísticos y 100 drones armados contra territorio israelí. Aunque la mayoría fueron interceptados por el sistema antimisiles “Cúpula de Hierro”, varios lograron impactar áreas metropolitanas de Tel Aviv, generando pánico, daños materiales y al menos 24 víctimas civiles. Esta contraofensiva marcó un punto de inflexión que llevó al involucramiento activo de Estados Unidos en apoyo a Israel.
En los días posteriores, Washington autorizó ataques aéreos selectivos sobre objetivos militares y logísticos en Irán, justificando su accionar bajo la lógica de defensa preventiva. El portaaviones USS Gerald R. Ford fue desplegado en el golfo Pérsico, junto a una fuerza naval de apoyo y la activación de más de 40,000 tropas estadounidenses en alerta en la región. La tensión escaló aún más cuando Irán amenazó con bloquear el estratégico estrecho de Ormuz, por donde transita cerca del 20 % del petróleo mundial, lo que generó un alza inmediata en los precios del crudo a nivel global.
Mientras los ataques se intensificaban, las declaraciones cruzadas entre líderes elevaron el tono del conflicto. Desde Jerusalén, un vocero del gobierno israelí aseguró que la operación ha sido “exitosa en desarticular componentes críticos del programa nuclear iraní”, aunque advirtió que “la campaña no se detendrá hasta que la amenaza esté completamente contenida”. Por su parte, voceros del régimen iraní acusaron a Israel y a Estados Unidos de crímenes de guerra, y prometieron “responder con toda su fuerza si los ataques continúan”, incluso amenazando con atacar objetivos estadounidenses en Medio Oriente y más allá.
En Washington, el gobierno norteamericano intentó mantener una posición ambivalente. Mientras el presidente declaró que su país no busca una guerra abierta con Irán, también afirmó que “defenderá a sus aliados y a sus intereses estratégicos en la región con todos los medios disponibles”. Sin embargo, sectores políticos y analistas han criticado duramente esta intervención. Desde la academia y los centros de pensamiento, se señala que Estados Unidos corre el riesgo de quedar atrapado en un nuevo conflicto prolongado en Medio Oriente, repitiendo los errores de Irak, Afganistán y Libia, esta vez con una amenaza nuclear más tangible en el horizonte.
Mientras tanto, la posibilidad de una salida diplomática se debilita. Las conversaciones indirectas que estaban previstas entre Irán y potencias occidentales en Ginebra fueron canceladas, y aunque se habla de contactos discretos en Omán, el escepticismo reina en todas las partes. Europa intenta mediar sin éxito, mientras Rusia y China han expresado su respaldo a Teherán y su rechazo a lo que califican como “agresiones ilegales”.
En medio del fuego cruzado, miles de civiles han sido desplazados tanto en Israel como en zonas del oeste iraní, mientras los mercados energéticos globales se estremecen ante el riesgo de una guerra total que comprometa los suministros de petróleo y gas. La comunidad internacional observa con creciente alarma el deterioro acelerado de la seguridad en una región históricamente volátil, y la pregunta que flota en el aire es si este nuevo capítulo del conflicto logrará contenerse o si, por el contrario, nos encaminamos hacia una confrontación sin retorno.
Por ahora, la guerra no muestra signos claros de detenerse. Israel se siente fortalecido por el respaldo de Washington; Irán, acorralado, parece dispuesto a pagar un alto precio por mantener su soberanía y sus ambiciones nucleares. La posibilidad de que este enfrentamiento termine desbordando las fronteras de ambos países y arrastre al mundo a una nueva era de inestabilidad es, lamentablemente, más real que nunca.